El beso


Ella:

Estoy atorada en la nausea. Inmensas paredes de piedra, vidrio y acero se elevan a cada paso: Vértigo. La vista se me nubla, no soy capaz de ver más allá de mi. Sola, única, irrepetible. Las palabras que salen de mi boca no suenan, los ecos del mundo se han alejado, las imágenes de mi garganta se escurren hasta mis pies, los paralizan, los detienen. Ciénaga inmensa de olvido, peste humana.

Salir al sol, al aire, al espacio inmenso que a través de ventanas, cortinas, hojas, ojos, entra y se cuela por todos lados. Se escurre en cada pliegue de la piel, toma por asalto tus venas, corazón, tus ideas. Nada sirve, todo es externo, todo es iluso. Fuera de mi nada existe y lo que existía dentro mío se ha vuelto irreconocible. En realidad ha desaparecido. ¡Donde están todos, no me dejen! Para que mentir, nadie estuvo, nunca fui capaz de ver los ojos de alguien mas, de sentir una piel de abrasar alguna arruga. Se bien que oler las palabras de los otros es imposible. Todas las orejas se impregnan de olores y no lo reconocen.

Una escalera de mil escalones para bajar al infierno. Una escalera de mil escalones para ir al cielo. No hay escalón alguno que lleve hacia mí. No se bajar, no se subir, no se moverme más allá de mi. El movimiento no existe, nada cambia, siempre el mismo presente, siempre el mismo espacio siempre el miedo, viento siempre el mismo sol, siempre yo, y siempre nada.

Él:

Olores de color negro girando alrededor de una habitación blanca. Sonidos verdes, amarillos, azules girando alrededor mío, dentro de una habitación blanca. Ideas, letras, deseos, ansiedad girando dentro de mi, dentro de una habitación blanca, rodeado de sonidos, rodeado de olores. Todo es movimiento, nada permanece, no hay minutos que sean iguales, las horas son eternas pues todo pasa en ellas. Todo es una ilusión, todo cambia, todo gira, todo brilla y yo estoy inmóvil aquí dentro de una habitación blanca.

¿Podré mover los dedos? Se que puedo imaginarlo. Levantar las manos brincar fuera de esta habitación blanca, brincar kilómetros en un solo salto, recorrer todos los colores con una sola mirada. Tocar todos los rostros, y solamente aspirar los olores de un deseo. Puedo ser un gigante, cargar el mundo en mis hombros y jugar a la pelota con el sol. Ansiedad. Mis dedos nos se mueven, mis pies no avanzan, mis ojos no miran olores y mis orejas nunca hablaron. Espejismos en un desierto que no existe. Las únicas dunas son las arrugas en mi frente. El tiempo tampoco se mueve, pero me gusta pensar que así es.

Yo:

Quiero gritarte, quiero saberte. No existes. No existo. Ni siquiera el deseo puede confirmar que yo sea algo mas que letras. No existo.

Tú:

¿Dónde estas? ¿Dónde estuviste? Deséame, desespera de pensar en mi. Por mas que grito no hay respuesta ni si quiera mis palabras regresan. No hay sonido, no hay palabras, no hay sentidos, nada hay. Nunca estuviste. Nunca estaré.

Nadie:

Un ojo mira dentro de otro que mira dentro del otro y ambos se reflejan y se ven el uno al otro dentro de si mismos. El olfato huele a otro y piensa que es uno mismo. La boca se expande, se contrae, se rompe, se cae y solamente puede creer que esta frente a un espejo. Hay dos que se pierden en el otro, hay dos que se encuentran en el otro. Y solamente encuentran que el otro es el mismo del que salieron. No hay dos, alguna vez hubo uno, ya nada hay. La mirada se pierde al intentar mirarse. El oído se pierde al intentar oírse. El torbellino se aspira a si mismo y desaparece.