AZUL

En un claro del bosque crece una linda y solitaria flor que se llamaba Azul y en su corta vida se ha enamorado del sol. Cada amanecer lo veía aparecer y no paraba de verlo hasta el anochecer. La azulada florcita era feliz. Comida en la tierra, humedad en el suelo y el sol arriba, siempre allí.

Pero todo cambió una mañana en que una inmensa mancha gris cubrió todo el cielo y nuestra flor al sol no pudo ver. Azul no sabía que pasaba, enojada le gritó a la mancha que se quitara que no fuera cruel y le permitiera ver a su amado. Pero la mancha no se movió ni le respondió ni nada.

Azul era muy joven y no sabía que hacer. Así, les preguntó a los más viejos que conocía. Le pregunto a los dos árboles más cercanos que pasaba y si ellos podrían mover a esa cosa que tapaba al sol. Los árboles le dijeron que esa mancha se llama nube y aunque cada vez sea más obscura no es mala y que en algún momento se quitará. Pero la flor quería ver ya a su amante y decidió que si alguien sabría hacer algo es el pasto, pues necesita mucho, mucho sol para vivir.

- Pasto, pasto, tu que siempre miras al sol, ¿puedes quitar esa nube que lo tapa y me hace infeliz? El pasto le respondió que esa nube no es mala, aunque siga creciendo, y verá que algún día se quitará. Ella le creyó al pasto y a los árboles, pero se pasaba la mañana y al sol no veía. En ese momento pasó por ahí un conejo en busca de pastito para comer.

- Conejo, conejo, tu que conoces lo que pasa en el mundo que se mueve, ¿puedes quitar esa nube que tapa al sol y me hace infeliz? El conejo le respondió que esa nube es buena, que no debía llorar sino alegrarse de que esa nube estuviera ahí. Azul le creyó al conejo pero ya era mediodía y el sol no aparecía.

Azul estaba muy triste y veía como la nube crecía y se obscurecía. A punto del llanto, la florcita vio que pasaba un gran lobo y le grito para que se acercara. No le tenía miedo al lobo porque todos saben que los lobos no comen flores.

- Lobo, lobo, tu que has viajado más allá del bosque, ¿puedes quitar esa nube que tapa al sol y me hace infeliz? El lobo le contestó que era muy bueno que esa nube estuviera ahí arriba y que se pusiera tan negra como ese día. Azul le creyó al sabio lobo lo que dijo pero no comprendía porque era bueno que le taparan el sol. Se entristeció tanto y estaba tan desconsolada que comenzó a llorar, su polen caía y sus pétalos temblaban. La gigante y negra nube logró escuchar el diminuto llanto de Azul. Nube la comprendió y decidió terminar con su pena. Nube comenzó a llover.

Azul sintió las gotas de lluvia que Nube dejaba caer, no entendía que pasaba pero se sentía bien y la tristeza se alejaba. Todos a su alrededor reían y festejaban. Azul paró de llorar. Volteó hacia Nube y le agradeció.

- Nube, nube, tú que viajas por el mundo, no me importa si tapas el sol porque ahora sé que tú traes el agua que nos hace vivir. Pero si ves al sol allá arriba dile que, aunque no me vea, lo sigo amando y suspirando por él. Nube le contestó que no era necesario y que pronto ella misma se lo podría decir.
Después de un rato, Nube se despidió de todos y se fue a otro valle. El sol apareció nuevamente, radiante e inmenso como siempre. Azul le volvió a hablar y a quererlo y amarlo como siempre. Anocheció y Azul durmió.

Cual sería la sorpresa de Azul pues al día siguiente, durante la mañana, aparecerían cientos de flores como ella con las que ya no estaría tan sola. Azul les habló del sol, de los árboles, de Nube y de la lluvia. Azul fue feliz.