Sueños de café.

Corre, abre las puertas, que no te alcance. El sol da miles de vueltas, los días duran minutos y los años vuelan por todos lados. La noche parece no empezar nunca. Escuchas los gemidos detrás de ti, la sal de la playa se impregna en tus pies, en las piernas en tus senos en la frente. Todo raspa, el viento hiere los ojos, las manos el pelo. No pares, no mires hacia atrás, no te duelen las piedras del camino. Los pies sangran, te falta un dedo, el agua canta desesperada La luna te deslumbra, las cadenas que te envuelven no pesan pero no te dejan ir, no te permiten flotar para tocar la luz de la luna. Estás intacta, pero una lluvia que cae del cielo despejado no te deja abrir los ojos completamente. En los dedos de los pies camina un caracol, lento, lentamente, suave, sin avanzar ni atrasarse, un camino brilla desde tu axila hasta el caracol que siempre estará allí y nunca dejara de moverse Las nubes te aprietan, te asfixian en un ligero apretón que se disuelve con cada movimiento de tus brazos, el agua se aleja y vuelve en ondas de gas, respiras a las nubes y cada exhalación tuya las hace más grandes, más densas Corre, abre las puertas

Revelación

En una epifanía digna de Edipo, Magdalena, Penélope y san Juan de la Cruz, supo que aquel Dios, al que alababa y amaba profundamente, era una idea tan efímera como el sonido de su nombre.